El EMI llegó cuando necesitaba consolidar mi amor y mi admiración por las mujeres, un espacio donde poder crear y compartir a través de la inspiración. Su diversidad femenina nutre cada parte del proyecto, crece como un pequeño árbol de aguacatitos que está en proceso de dar frutos. No hay camino largo, sólo caminos de nutrición.
Pienso en Alondra y en todo el orgullo que debe de sentir por sí misma, por la valentía de hacer que nuestras voces vuelen a su lado. A veces pienso que nosotros fuimos los pajaritos de esperanza para que se atreviera a volar. Lo que ella no sabe es que emprendió el vuelo antes que nosotras.
Pienso en Brenda y en su sensibilidad, en todo lo que quiere expresar y explorar. Pienso en sus ideas y en los pedacitos de ella que entrega desde el corazón para hacernos crecer. Sé que su potencial es inmenso; sigue aprendiendo a confiar.
Pienso en Fernanda y en su sabiduría para redireccionarnos a nuevos horizontes, para dialogar con el sometimiento de estructuras y liberarnos de ellas. Su corazón es vocera de los nuevos comienzos y nos guía a la expansión del proyecto y de nosotras mismas.
Y cuando pienso en mí veo la creatividad y la aventura a lo que no conocemos sólo para experimentar; me veo y me siento segura de compartir y de tener un lugar en el que puedo enseñar que la mujer es creadora y que la magia existe porque es parte de nuestra naturaleza.
Mi amor y mi gratitud son inmensos porque soy parte de un propósito que siempre he sentido dentro de mí: Compartir y visibilizar. Más que un espacio seguro para nosotras y la comunidad, el EMI es amor, es valor, es creador, es amor, es historia, es feminidad, es seguridad, es confianza, es calidez y es inspiración. El EMI es nuestra hogar.
Feliz primer aniversario, EMI querida, ya no concibo mi vida sin ti, ahijada del corazón. Y feliz primer año de visibilidad, Alondra querida, porque todo es gracias a ti; tú (me y) nos inspiras.