¿Qué siente tu cuerpo? ¿A qué se resiste? ¿Qué le detiene de amar? ¿Reconoces su malestar? ¿Reconoces su miedo? ¿Reconoces su dolor? ¿Qué hay de la mujer en tu espejo? ¿Reconoces su sentir? ¿Reconoces qué tanto la has privado de ti? ¿Quisieras que regrese a vivir?
Querida luna, no te resistas al vacío, no te detengas por el miedo al qué dirán o a lo qué pasará. No toleres más ese dolor ni te reprimas el corazón. Te mereces sentir, mereces tu perdón.
Escribe tus miedos, tus dolencias, todo aquello que te mantiene quieta. Deja que el sufrimiento se exprese y las lágrimas reprimidas te atraviesen; no cargues más con esa pena.
Libérate con el fuego y pide que transmuta la aflicción, que el viento lo lleve lejos y en ese (nuevo) espacio vacío en tu pecho siembra tu afecto. Coséchalo con propósito y emoción, con tierra y agua, para no olvidar tu viaje dual: del miedo al amor.
Hoy la luz de tu oscuridad te sostendrá para cerrar este ciclo y yo decreto que la luz del mañana te recuerde que con tu amor todo comienza porque sólo tú te guiarás al destino que deseas.
Recuerda que las penas de las mujeres a tu lado no son menos que las tuyas, así que disfruta de esta noche con ellas. Danza, ríe, canta, abrázate con bombones en la fogata y recuerda que hoy te quieres, hoy te amas, hoy te admiras y hoy te bastas.
Vívete sin penas, mi luna.