Los alaridos en mi mente
me exigen soltar el control,
que no resuelva los enigmas
porque no todo debe importarme.
La contradicción me lee los deseos,
me tiende un trago directo a la mano,
susurra que suelte la transgresión
porque volveré al acaparamiento,
al anhelado y nulo afecto.
Me rehúso.
¿Cuántas veces lo has hecho?
Contrataca de nuevo.
Me he quemado la garganta con su licor,
siento la ambivalencia de mis deseos,
la implorada libertad y su impedimento.
Ella levanta su copa
y me veo encadenada otra vez.
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