Dedicado a: Daniela España, Jiba El Halah, Carmen A. Arévalo y Alondra Gracía.
El repudio fungió un papel secundario
en mi obra teatral llamada vida.
La escena veinticinco
tiene por nombre el mío;
no está tan alejada del telón.
No me he aprendido los diálogos
de esta obra futurista e intrigante,
pero aprendí a jugar con el repudio
y actué como espejo a la denigración.
Yo no era extraña,
sólo incomprendida.
En la actualidad,
disfruto de mi obra.
El amor literario me llevó
del café con la poesía
hasta el canto de sus risas;
nos llevó al anhelado cenáculo
y nos mostró el cielo en la tierra,
los apogeos naturales,
nuestras obras de arte.
No éramos extrañas,
sólo debíamos encontrarnos entre tintas.
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