Siempre le hablo de lo que seré,
pocas ocasiones de lo que soy.
Desde que hablamos de frente, no le temo;
al parecer, es la única que escucha.
Me pretende, incesante, por meses,
desea saber si es que aún quiero navegarle
porque ella siempre tendrá el timón.
Sus dedos deslizan el conocido camino
de mi cuello hasta la espalda,
mi cuerpo cae sobre sus manos
y yo me quiebro desde abajo.
Le pido por las noches
que me enseñe los nuevos dolores
y los nuevos amores;
que sus ojos me miren desde otros
y que no olvide que le pertenezco,
hasta el fin de mis tiempos.
Esta noche, quiero entregarme,
que me libere de una prisión más
y al gemir, renacer.
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