Tengo las emociones llenas de premoniciones,
el fruto de un despreocupado futuro
que se incita al existencialismo.
Le coquetea a mi destino,
quiere procrear sus ilusiones.
No hay queja de mi parte,
poco llega a importarme
si el juego existencial me pone a la casualidad,
porque solita me acerco a lo que debe ser,
a lo que seré.
Mi deleite existencial
es escribir ilusionada por las mañanas
y seguirme soñando por las noches.
No me extrañaría saborearme igual
veinticinco años después.
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