Arriba de la montaña se hiela mi pecho,
congela lo poco que queda de mi fuego,
me vuelvo piedra; inmenso sufrimiento.
Procuro mi calma en la tormenta,
no hay cobijo suficiente en mi hogar.
Asfixio mi sentir en la incomprensión,
no en la intención de escuchar,
sino en las ganas de sentir amor.
Tiemblo por este frío,
por los sosos abrigos
y los te quiero sin emoción.
Estos cielos prefieren las puestas de sol
a entender el origen de mi dolor,
prefieren recriminarme los daños colaterales
a escuchar mis malestares.
Yo prefiero los albergues, tienen más calor.
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