Embarcación
Me he subido a un bote sin destino, sin retorno y sin intención de arribar en algún puerto que me cobije el corazón. Me adentré a la aventura de la soledad y las posibles tormentas que mi alma llegue a sentir por el desespero personal, porque no tengo intenciones de parar. Aunque encuentre ciertos refugios, andaré fiel a mi bote, con mis lágrimas mezclándose entre las aguas, para nutrirme el alma.
He sido ferviente pensadora
de que no necesito de otro ser para sentirme completa, que puedo darme todo lo
que necesito, y así he permanecido, curando las heridas de viejos amores, de
escasas atenciones y de acciones que evito repetir en mi vida; he dejado de
trazar caminos de tierra, ahora viajo por las aguas.
Pero no esperaba
encontrar otro navegante más buscándose, como yo. No esperaba sentirme
acompañada en escasas charlas. No esperaba sentirme abrazada al abandonar mi
bote, con las ansias de una aventura no esperaba.
Yo no esperaba sentir
la fogata de mi pecho volverse a incendiar con tan sólo un simple beso.
Un beso que me recobró las emociones guardadas en un estante polvoriento, a lado de mis libros preferidos y los versos reprimidos por el dolor, el calcinar de mi pecho. Un beso que me incendió el conocimiento, el deseo y congenió hasta con mi cuerpo. Un beso perfecto.
Un primer beso.
Y así me estremeció el
corazón.
Yo, con las tormentas
hechas emociones y los fuegos calcinándome los pulmones, mantengo la escasa
fuerza de mi frágil e ilusorio corazón, con la esperanza del idóneo amor. Un
amor que crece y crece dentro de mí, que me lleva a flotar en los mares del quizá
y me dejo llevar.
Sería absurdo decir
que no quiero sentir más de mí, porque lo quiero, lo anhelo. Como si fuese más
tuya suya que de mí. Este bote me intriga, por las dudas del futuro entre
nosotros y sí es que seremos idóneos el uno para el otro; sí es que me faltaba
conocerme más para quererle.
De lo que estoy
segura, por el volcán en mi pecho, es que disfrutaré de los desconocidos mares
en este viaje.