Las insistentes sábanas
no desean ensuciarse
por la falta de puridad carnal;
no desean arrugarse las heridas
por temor a que sufra con ellas.
Les encanta sentirse deseadas,
les abruma estar dolidas.
No hay intenciones de enredarnos
en búsqueda de tu consuelo,
de sumergirnos la cordura
por el recuerdo de tu ausencia
y de los incendios de nuestros pechos.
No anhelamos revivir tu cuerpo
ni codiciar tu cercanía,
nuestra soledad lastima menos
que tu apatía.