Mi voz retumba por las paredes.
El eco de mis quejumbres
no deja de rodarme los ojos,
pareciere estar tan harta como yo.
Harta de sentir quemaduras en la garganta,
harta de la carencia de comprensión,
de reproches subsecuentes
y que a mi arte lo desprecien.
Harta de ser una pieza
que quieren encajar en la decepción;
yo no soy una desilusión.
Mi arte vive entre sombras,
no se esconde,
pero se visibiliza
para aquellos que lo sienten,
aquellos que lo entienden,
aquellos que lo aprecian.
La escala a la perpetua cima
se divisa desde mi posición,
podré reservarme mis conmociones,
pero no dejaré de sentirlas.
Si aún no me han visto volar
es porque preparo mis alas
para jamás aterrizar.