Tu último atardecer
nos trajo oscuridad eterna,
nos trajo dolencias
y recuerdos persistentes.
Suelo revivirte en sueños
a pesar de tu reciente inexistencia,
donde tu característico aroma
y tu fragilidad corporal
te mantienen en mi mente,
sin contar tu silencio.
Suelo pensar en mi sufrimiento,
es su perpetua vitalidad
y en tu nuevo renacer
con una alma en otro cuerpo,
intacta, sin dolencias, sin recuerdos;
nosotros pasaremos es resto de ellos
recordándote.
Frecuento pensar en mi sufrimiento,
en su eternidad,
con esta alma atiborrada de evocaciones
y su caducidad,
para olvidarme de todos ellos
al alcanzarte en la perpetuidad.
La ironía de la vida
es volver a ella
olvidándonos.