Esta ciudad no descansa.
Aún se escuchan los ruidos citadinos,
mientras yo permanezco encerrada.
Poco miro por la ventana,
poco deleito las noches
y el aire que me toca la cara.
Poco vivo.
El encierro no me agobia
pero sí dejar de vivirme.
Me cuesta asimilar que la libertad
ya no depende de mí.
Nada se detiene,
ni la pluma que llevo
como cómplice de vivencias
ni mi angustia por el incierto futuro.
Aún hay vida fuera
y yo sigo soñando por dentro.