Vivo escasa de recuerdos, por fortuna es así.
Evoco las cosas que viví,
lo que tuve que hacer y lo que me hicieron.
Recuerdo mi vestido blanco,
puro y virginal,
y mi desentendimiento ante la situación,
pero no la cara de mi abusador.
No me cuestiones sí los actos tuvieron repercusiones en mi porque lo desconozco,
lo que sí sé es que jamás dejé que el desafuero fuera más fuerte que yo.
Creo yo, es más cabrón cuando la memoria no te falla,
cuando el abusador es amigo de tus padres
o miembro de tu propia familia.
Mi fortuna me precede porque era un desconocido,
pero hay mujeres sin correr mi misma suerte.
Es, incluso, más cabrón
cuando esto mismo te priva del amor,
cuando ni el amor te puede tocar por las remembranzas...
Es muy cabrón porque el abusador vive como si nada pero una nunca se olvida.
Las memorias nunca se van.
En toda mi vida he conocido mujeres que
invariablemente han sido tocadas por el mal.
Llega a ser un asombro cuando la minoría dice no haber sido violentada y eso asusta.
Ser mujer asusta.
Pero más asusta que el abuso ya sea una normalidad.
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