Recuerdo el frío.
Recuerdo la iluminación del tragaluz
a pesar de la oscuridad de la noche.
Mis zapatos y pantalones están manchados
de un líquido que no puedo divisar;
maldita oscuridad.
Mi alrededor penumbra, la luz ilumina a mi mamá,
quien yace dormida en el suelo. No sabía que podía dormir con los ojos abiertos.
Parece feliz de verme jugar.
Las puertas de la habitación se abren de golpe,
las luces de las linternas apuntan a mis ojos.
Quedé deslumbrado.
El policía me cargó y tapó mis ojos sin saber que era demasiado tarde,
mi ropa estaba manchada de sangre.
Sangre.
Sangre.
Sangre de mi madre.
Desde entonces sigo sintiendo ese frío
cada vez que cobro otro cuerpo en busca de su alma.
Quizá así la traiga de vuelta.
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