La cama permanece tendida,
ya no me molesto en meterme a la cobijas.
Su calidez me recuerda a ti.
Los días pasan, fríos, ajenos a mis emociones,
y ni el chocolate caliente me da el calor corporal y emocional que necesito.
Así persisto.
Últimamente prefiero tomar los descansos en el sofá por las noches,
ahí no hay recuerdos de tu cuerpo encajando con el mío.
Ahí no hay sufrimiento por tu ausencia.
No sé cuánto tiempo permaneceré fuera de la habitación,
ajena a mis emociones,
porque pensar en que te siento me hace más daño
del que me hago a mí al no amarme tanto.
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