No he expresado mi dolor ante tu lejanía,
no me he dado la oportunidad de llorarte,
no he dejado correr la sangre de mis heridas,
he vivido estos dos años extrañándote.
Y sin quererlo, te escribí un par de versos que jamás oirás,
qué jamás leerás.
Te extraño tanto, es lo único que puedo decirte. No le he
dicho al mundo el dolor que llevo cargando desde tu partida. Consuelo a quienes
te perdieron, pero yo no me he descubierto el alma, no he desgarrado mi dolor,
sólo te llevo en mis pensamientos y en ocasiones, te veo en mis sueños.
Nunca pude decirte que, a pesar de mis enojos y malos modos,
eras mi mejor compañía, mi mejor amiga. Siempre tendré la sospecha de que para
ti, también lo fui.
Dos mil doce fue un año complicado para mi, viví dolencias y
el primer desamor. Yo sé que me es escuchabas llorar por las noches y no decías
nada, así como varias noches te escuché llorar a mi lado y me callé la voz.
Recuerdo cuando me pedías un cafecito, tres cuartos de agua
y un cuarto de leche, muy caliente. Y lo acompañabas con unas galletas de
chocolate. Eras muy fanática del dulce y de sus variantes.
Yo te tomé un par de galletas porque siempre dijiste
"esta es tu casa", así que no traicioné tu confianza. Bien dicen por
ahí que, cuando te das cuenta de la falta de alguien es cuando verdaderamente
extrañas, verdaderamente valoras y suele ser tarde.
Las memorias me brotan mágicamente ahora que te escribo,
porque no me atreví antes. Es glorioso volver el tiempo atrás y verte en casa,
es glorioso poder escuchar tu voz, sonreír con tu risa. Es glorioso que en mis
recuerdos sigas viva.
La demencia alteró tu ser, te perdiste entre las lagunas de
recuerdos de infante. Recordaste a tu mamá y pensabas que regresaría de
trabajar, volviste a sufrir el dolor de perder al amor de tu vida, leías diario
la biblia sin importar el día y me pedías ayuda con mucha vergüenza, tenías
miedo de ser dependiente sin darte cuenta de que lo fuiste desde que dejaste de
caminar.
No me pesaba bañarte, no me pesaba ayudarte en las idas al
baño, no me pesaba prepararte y llevarte la comida, no me pesaba tenerte en las
noches de compañía. No me pesabas y sé que jamás te lo dije, perdona que hasta
ahorita me arrepienta de callarme el alma, perdona mis silencios y miradas.
También, perdóname por dejar que te llevaran lejos de tu
casa, perdóname por permitir que otros te cuidaran cuando bien yo lo pude
hacer, perdona a tus hijos, perdona a mi madre quien tuvo los medios para
cuidarte cuando ya te habías ido.
Perdóname, por favor, por no verte un día antes de tu
partida. Te prometí ir, te dije que iría a verte, que no te dejaría sola y no te
cumplí. Siempre me decías "sácame de aquí, llévame a mi casa" y se me
partía el alma porque no podía.
Perdóname por no hacerlo, perdóname si no te di suficiente
cariño y amor, perdóname por los daños ocasionados, perdóname por abandonarte
en ese lugar, perdóname... te pido que me perdones por no valorarte y no verte
antes de tu partida.
Perdóname y perdona al tiempo, que me ganó en este juego.
Cuando te fuiste no te soñé y creí que dejaste este mundo
con tranquilidad, hasta que te vi en sueños. Te vi como siempre solías estar,
vestida de azul. Estabas sonriente, te veías feliz y tranquila.
Lo que más me deja en calma es que no sufres más dolor, que
tus días de sufrimiento se han esfumado y, si es que existe la gloria eterna,
deseo que estés en ella porque fuiste un maravilloso ser humano.
Avi, me disculpo por las veces en que te lastimé, por todas
las ocasiones que no te ayudé, perdona si no aproveché de tu tiempo antes de
irte. Perdón por los malos momentos y gracias por los mejores. Gracias, aún más,
por cuidarnos cuando no debías.
Sobre todo te agradezco por luchar contra la demencia y
nunca olvidarte de mi.
Te quiero, mi ángel.
Espero no lo olvides, no me olvides.