Los manifiestos sociales corroboran
los menesteres del universo:
la carencia del amor
nos condena al fenecimiento.
Es ineludible.
La falsía amorosa persiste.
No importa cuánto vocifere mis reproches,
mis protestas serán tomadas a la ligera
con cierto desacato a la normativa hogareña.
Mi apariencia infiere decaimiento,
que, como tocar el pétalo de las rosas,
me caeré marchita.
Me opongo a las conclusiones de las flores,
las lagunas afectuosas estimularon su resistencia.
No requieren de los embusteros riegos
al ver la flora morir.
Tuvieron el momento cierto para ser amadas
y al rechazarles los lamentos,
no desean ver nuevas lagunas
formándose en los suelos.
No quieren sentir
la efímera huella de lo ilusorio,
no al fallecer ni mucho menos ahora,
que aún palpitan.
No pueden disculparse
de lo que ya no sienten.
Ya somos seres inexistentes.
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