Mi corazón ha corrido un maratón,
siento mis latidos pasar de cien
y mis manos se calcinan por mi movimiento continuo,
mi cuerpo se niega a estar quieto.
Me irradio de oscuridad
ante el brillo nocturno,
me recelo en la locura
y las ganas de llorar no me faltan.
Mi preocupación es excesiva,
mi memoria se borra a costas del despiste
y la permanencia de la negatividad me somete.
Me niego a perder el control
incluso sí la irritabilidad me doma
y bota mi entusiasmo al suelo,
yo intento mantenerme aunque la sensatez sea escasa.
Me alejo de la gente,
pido momentos de paz pero la calma no arriba,
únicamente se mantiene el constante acelero de mi vida
y el tiempo me recuerda que la hora límite está por llegar.
Quizá necesito respirar.