Tengo grietas en el alma,
por ellas siento correr la frialdad del agua,
dejo de sentir mis manos al apuñalarme la espalda.
No es un placer dañarme
pero sí reconozco que llego a menospreciarme.
Reconozco que me cuesta amarme.
Tengo espacios en blanco en mi vida
que ni con tintas he logrado llenar.
En diversas ocasiones,
la poesía me es insuficiente para sanar.
En soledad,
me desgasto por mis erupciones reprimidas
y me quiebro con mi despego emocional.
En soledad,
admiro mi potencial pero también dudo y me limito.
¿Por qué me complico?
Me encuentro navegando en un río de lágrimas
que no cesa ni con el estruendoso ruido de la cascada.
Estoy por tocar fondo.
Caigo y caigo
y no puedo sostenerme de las ramas
ni cogerme de una roca.
Caigo y caigo
y la fuerza de la aguas me complica llegar a la orilla.
Caigo y caigo porque no sé nadar.
El mundo se empequeñece ante mis ojos,
he dado mi último respiro
porque al tocar suelo voy a erosionar.
Desperté sobre las inseguridades,
algunas siguen colándose por mis hombros y eso está bien,
sigo aprendiendo a amarme.
Recogí todos mis pedazos vacíos
y los que aún permanecen llenos.
Tomé toda parte de mi que valía la pena,
tomé todo lo que creí necesitar para sentirme completa.
Me sequé las lágrimas ante el sol,
me pedí perdón por creerme mi enemiga,
me repetí que con todo y mis pedazos me quiero
y más en mi compañía.
Estoy sola en esta vida
y aunque me cueste todo el tiempo del mundo
o el tiempo que permanezca aquí
no quiero desistir de mi porque
a pedazos me quiero
y a pedazos me voy a reconstruir.
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