Era más importante cuidar al mundo, cuidar de nuestros recursos naturales antes de los no renovables. Jamás entendí por qué estaban
sedientos de poder. Yo prefería el agua potable, llenarme de agua en vez de
sed.
Ahora el mundo muere, hay guerras por tener agua y sin
importar los tratados internacionales, todos
se pelean por sobrevivir. Las leyes desaparecieron.
Aborrezco como se preocupan en sus lechos de muerte, como
desearían tomar la importancia de los recursos cuando ya no los hay. Somos una
sociedad de hipócritas y me incluyo. Me culpo por no haber hecho algo y actuar
pasivamente ante las advertencias naturales, por no levantarme en movimientos
de protección a mi casa, mi planeta. Me aborrezco por quejarme y no haber hecho
nada por salvarme a mí misma y a mi familia.
Ahora el mundo se cae a pedazos, las ciudades se han
destruido, no hay alimentos y sólo esperamos a morir.
Sin agua, todo el mundo estará muerto en dos semanas, las
luchas las veo innecesarias al futuro que se nos avecina a todos. He perdido a
mi familia, a mis amigos, a quienes profundamente amaba e incluso me perdí a mi
misma tras esta tragedia.
Ni siquiera mis palabras ni mis versos me reconfortan, estoy
escribiendo mi sentencia a morir. Mis últimas palabras en este mundo y mis
ganas de vivir se quedarán en este escrito, en un breve resumen del momento tan
crucial de esta, mi tierra. Dejamos nuestros sueños a costa de personas
codiciosas, maliciosas con su egoísmo. Nosotros no merecíamos pagar los errores
de los envidiosos, merecíamos un mundo mejor.
Todos nos iremos en cualquier momento, agonizaremos hasta
morir... Y yo no tardo en hacerlo. Es más, ¿Por qué luchar para vivir si ya no
hay nada más que hacer aquí?
Lo siento, tierra mía, pero en ti ya no quiero vivir y no es
tu culpa, son los crueles que te dejaron heridas tan profundas. No estoy
molesta contigo, te defiendes ante todos nosotros.
Sólo déjame volverme parte de ti antes de morir.